Accrochage. Por Thelma Carvallo

*Texto de sala de la exposición Accrochage que se exhibe en Oficina #1  hasta el 21 de abril de 2013

En la última década del siglo XX, luego del efusivo y compulsivo ambiente internacional del arte de los 80, varios artistas venezolanos hicieron una activa reflexión acerca de sus propios discursos, de su alcance topológico y su posible transitoriedad.

De la estruendosa agenda cultural mundial de esos ochentas, resonaban curadores europeos como Achille Bonito Oliva (Avanguardia/Transvanguardia 1968–1977) y Fuchs (Documenta 7), así como el norteamericano Dan Cameron que más tarde sería el Comisario de Cocido y crudo, inaugurada en Madrid bajo una crítica diversa y amarillista en 1994.

Todos aquellos ecos internacionales desembocaban en Caracas, transfiriendo por un lado, la efervescencia procesual de La escuela de Nueva York y los expresionistas alemanes –que sacudió a pintores como Sigfredo Chacón y Eugenio Espinoza– y por otra parte, capitalizando el interés en el desarrollo de las propias narrativas.

El arte concepto no sólo se discutía desde el escenario mental de Joseph Beuys o Kosuth, sino a través de figuras supra exóticas, muy públicas y enaltecidas en Venecia y otras regiones como Nam Jum Paik. Surgía también cierta devoción por Jeff Koons y Julian Schnabel, en lo que se tradujo por Posmodernidad.

Sin embargo, ya en los noventa, se trazaba una cartografía donde los artistas venezolanos –hilando pausadamente– no sólo se imaginarían bienales del barro a partir del pedestal que la crítica le había erigido al británico Richard Long, sino que cada corpus investigativo amalgamado, eso sí, en Pintura y Arte Conceptual como una fuerte edificación, se afianzaba en el certero desarrollo de artistas como Héctor Fuenmayor, Sigfredo Chacón, Alfred Wenemoser, Eugenio Espinoza y Roberto Obregón.

Éste último, bajo el spleen que permanecía luego de la escaramuza narcisista de los 80, ideó en 1991, la muestra Accrochage, con la participación de estos mismos artistas. Existe una multiplicidad de significados para este término, incluyendo el del propio Obregón que lo comparó con una mixtura o collage, aunque en otras referencias y en original francés se entiende por ubicar obras de arte en un espacio determinado:

Dans le milieu de l’art, l’accrochage est la manière d’installer les œuvres à exposer dans l’espace dévolu par la galerie d’art ou l’exposition. L’accrochage est donc avant tout une mise en scène.

Veintidós años después, en Oficina #1, esta coincidencia fraternal del Accrochage de 1991 que propiciaba métodos y procedimientos peculiares bajo estricta complicidad, se muestra en la madurez discursiva de los artistas que hoy nos revisitan.

No obstante un antecedente de este planteamiento tuvo lugar en Barquisimeto, según palabras de Eugenio Espinoza:

En 1984, habíamos formado Cincoincidentes, bajo las mismas premisas, aquella vez quizás mucho más radicales y complejas y hasta más incomprendidas. Siete años más tarde, la misma experiencia es casi repetida, la misma energía está presente y se acumula el deseo de una mayor expansión o una mayor explosión1. (1993: 18)

La premonición de Obregón en identificar una claridad expansiva en los diferentes lenguajes desarrollados en esa década, ha puesto de manifiesto cada uno de los estratos de la impronta final, de la sólida permanencia y visibilidad que paradójicamente, significó un estrepitoso olvido para muchos de los actores espoleados en galerías europeas, asiáticas y norteamericanas, fuera de estas tierras.

La atomización y los procesos individuales, promovían otras exposiciones como la recordada CCS-10 Arte venezolano actual, que recogía esa atmósfera ya interiorizada del discurso local y el internacional, que unido al auge de las galerías en Caracas y Latinoamérica infundió altas exigencias de rigurosidad.

Bajo este espíritu visionario surge la reedición de Accrochage en 2013, al reunir a los artistas originales.

Sigfredo Chacón, instala un tríptico resultado de una reconstrucción de una pieza de años anteriores y plantea, luego de su peculiar tamiz conceptual sobre la estructura y los elementos de composición tradicional, una reconsideración de la línea como elemento natural y primordial del dibujo. Una operación a la inversa de su intervención en el Accrochage de los noventa, pues allí se mostró un gran marco cargado de capas de pintura, interiormente vacío que señalaba relaciones de forma y estructura, referenciales del horror vacui y por ende, de la vetusta Modernidad.

Sigfredo Chacón. The strengthened line

Héctor Fuenmayor nos ofrece cinco piezas de la serie Citrus 6906, donde utiliza sobre la superficie el amarillo correspondiente al código y que él denomina como: (…) un mural efímero mudable. Habita en su concepción ya que su totalidad, habría que ir a buscarla en el mundo, el mundo entero (…) Es un modelo de totalidad realista/sintético/inmanentista por oposición a otro célebre/idealista/analítico/subjetivo/narcisista.

Fuenmayor reincide en su valoración de la expansión de la conciencia a través de estos Epigramas, fuentes de inspiración original que intentan reescribir el ámbito sagrado, en su aspecto más convulsivo de contemporaneidad.

Héctor Fuenmayor. CITRUS6906 I

Héctor Fuenmayor – CITRUS6906 II

Héctor Fuenmayor. CITRUS6906 III

Héctor Fuenmayor – CITRUS6906 IV

Héctor Fuenmayor. CITRUS6906 V

Héctor Fuenmayor. CITRUS6906 VI

Eugenio Espinoza invoca dos tensiones propias de la tradición pictórica al superponer franjas geométricas sobre superficies gestuales y expresionistas, manteniendo así un postulado que lo convierte en el pintor abstracto contemporáneo, más prístino en el desarrollo de un discurso. Muting 1 y 2 insertados en su emblemático tratamiento del cuadrado –investigación permanente del artista, desde hace décadas–, conservan un discurso interior que resume el duelo de las tendencias en el ámbito de la pintura académica mundial.

Eugenio Espinoza. Multing 1

Eugenio Espinoza. Negro y Blanco

Alfred Wenemoser reinstala la pieza original de 1991, Chasis S Plegadura Z, que pertenece a su investigación sobre la espacialidad y los intersticios y que funciona, en algunos casos literalmente, como plataforma discursiva. El espíritu urbano e industrial, las narrativas contextuales y los espacios simultáneos de comunicación y desplazamiento, son los componentes de esta singular pieza elaborada con una lámina de fibro–cemento ondulada y lona.

Alfred Wenemoser. Plegadura

De Roberto Obregón (a su memoria eterna) seleccionamos Sin título (external analgesic), de 2001. En el interior de una caja de papel fotográfico marca Kodak, reposa una silueta de una hoja de Cannabis Sativa, al reverso puede leerse Para: Luis Romero / De: Antonio Aguilar / 17-11-01. Esta pieza pertenece al proceso que había iniciado Obregón años atrás, recortando empaques de plástico y que posteriormente desarrolló con materiales industriales más estables como el Durasol. Su inclinación hacia las formas de la manufactura, tiene su filiación en el Romanticismo alemán, pero también en el signo más extendido de la industrialización. Además de plantear un discurso pleno de enunciados irónicos de clasificación, función, origen y acompañarlo con el ejercicio artesanal, Obregón tuvo un talento excepcional para enviar mensajes cifrados. Su predilección por la vida privada de los otros, incluidos estrellas de cine, escapistas, reinas de belleza y actores pudo haberlo motivado para que Don Antonio Aguilar “El charro de México” apareciera como remitente de esta especie botánica –que alivia el dolor externo– a nuestro querido destinatario Luis Romero.

Thelma Carvallo

 

1. Cincoincidentes fue una muestra realizada en el Museo de Barquisimeto en el año 1984 bajo la organización de Alvaro Sotillo e Ibrahim Nebreda, en la que se expuso el trabajo de los artistas Miguel von Dangel, Felipe Márquez, Eugenio Espinoza, Roberto Obregón y Alfred Wenemoser.

 

Referencias bibliográficas

ESPINOZA, Eugenio (1993). Accrochage y algo más. En CCS-10 Arte venezolano actual (Guía de estudio), Galería de Arte Nacional, Caracas. Texto originalmente publicado en El Universal, domingo 13 de octubre, 1991.

 

Agradecemos a Luis Romero y Oficina #1 por haber cedido el documento y las imágenes.

 

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