Publicado originalmente en el diario Tal Cual, 3 de agosto de 2014
Como buen amante del cine -y de Hitchcock- Tito Caula sabía que la forma de realizar un cambio y una verdadera revolución de sentido era a partir de él mismo, de su trabajo. Sabía o presentía que el camino no era arengar ni batir un cuadernito rojo, azul o verde y decir cómo había que hacer esto o aquello. No, Tito Caula y Amparo Quinteiro (su esposa y compañera de trabajo) sabían que el cambio se generaba desde la propia persona, es decir, se propiciaba a partir de confusiones, contradicciones, puntos de vista, intercambios, dudas, incertidumbres, debilidades, fortalezas, necesidades y rupturas. Todo cambio implica una crítica y una adaptación, ser permeable al otro, no se decreta.
La autoría era y no era su problema. Trabajaba por encargo y seguramente por amor: a su familia, al medio fotográfico, a un oficio. Si bien no se situó como autor, lo fue. Como buen narrador de imágenes, sus trabajos tenían un principio, un desarrollo y un final. Cada comienzo, centro, cola o fotograma respondía a un sentido: de la forma, de la responsabilidad, del humor. Caula fue varias personas a la vez y se permitió ser él y ella y por eso, entre o después de largas sesiones, aparecía como era: polimorfo.
“El trabajo termina cuando se limpia” -le escuché decir a un marinero italiano. Tal cual, en esa tradición, Caula limpiaba su espacio vital con una brillante oposición, como la que vemos en esta serie, en la que cambia de lugar con la modelo y aparece un personaje confuso, enloquecido, el fotógrafo fotografiado como espejo de las contradicciones. Pero sobre todo aparece ella, la mujer que sabía demasiado, con los lentes, la camisa y el oficio de Caula, con el disfraz de fotógrafo, atormentándolo. “Walking in my shoes” reza una canción de Depeche Mode y el performance de Caula parece sugerirlo en sus 60 -revoluciones por minuto.
*Agradecemos a Ángela Bonadies, Sandra Caula, y diario Tal Cual por el texto y las imágenes.
