La crítica contra el arte contemporáneo (dimes y diretes) Por Félix Suazo

. jpgMaría Virginia Pineda Aranda. Festival de crítica (fragmento), 2014 / Instalación / Grafito en polvo sobre pared y lienzo en blanco / 228,8 x 648 cm

El investigador peruano Gustavo Buntinx ha dicho recientemente que “el arte crítico de hoy corre el riesgo de morirse de éxito”[1], señalando como causas a la espectacularización y al mercado, frente a lo cual propone una vuelta a la emoción y el sentido poético. En lo esencial, el alegato de Buntinx coincide con los enfoques de diversas personalidades que mantienen una postura crítica ante la escena artística contemporánea, fustigando la ” ideologización” y reclamando el retorno a los valores “nucleares” del arte.

Donald Kuspit, influyente crítico e historiador del arte estadounidense, afirmaba que “El arte ha sido sutilmente envenenado por la apropiación social, es decir por el hincapié que se hace de su valor comercial y su tratamiento como entretenimiento de alto nivel …”[2]. Para Kuspit, la obra se ha convertido en un “objeto de marca” que busca un efecto propagandístico: “Ser un artista-educador o personalista ya no es tener una vocación sino una carrera. Cada opción es una estrategia de mercadeo académico para promocionarse como artista, no la manifestación de un estilo en particular de destino artístico”[3]. El propio autor ya había escrito que: “La creatividad que el capitalismo estimula con una mano la arrebata con la otra, con lo que reduce la obra de arte a un valor de cambio en el mismo acto de celebrarlo como un triunfo innovador del espíritu humano”[4].

Avelina Lésper, otra vigorosa anatemista del arte actual con ideas muy cercanas a las de Kuspit, ha dicho que “el arte contemporáneo es una farsa” excluyente y que sus cómplices son los curadores, los galeristas y las revistas. Añade la controversial analista mexicana que ya “no hay obras de que hablar. Se habla de teorías”, pues las obras son apenas “objetos cargados de eslóganes”, ante lo cual prefiere concentrarse en el “impacto” que le producen las obras[5].

Por su parte, el también mexicano Javier Toscano escribe que: “el sistema del arte se ha convertido en una sucursal estratégica de la producción capitalista, una maquinaria industrial que consume la vitalidad creativa y los fondos sociales de la imaginación, un sistema narcisista que se nutre de los ánimos subversivos de la púberes y los recién llegados (la fuente de su eterna juventud) así como de la crítica autoreferencial de sus productos fantasmáticos”[6].

Hasta aquí, se entienden las críticas; sobre todo en una era de permisividad axiológica, pluralismo y anomia donde nadie quiere ni puede definir qué es el arte. Mas aún, cuando los presuntos culpables de tal aberración son las que están apoyando al arte, incluso al de orientación activista o política. Según el artista y crítico colombiano Guillermo Villamizar: “Hoy en día, en pleno siglo XXI la tiranía del mercado del arte ha reducido el arte contemporáneo a ser un buen neo conservador invitado a sentarse a manteles con los poderosos de este mundo que celebran sus excentricidades”.  Y añade:  “… Vamos a los museos para consumir esas gotas envenenadas de buenas intenciones que redimen … la tragedia que por doquier nos persigue”[7].

Lo que no queda claro en todos estos cuestionamientos, son las causas aparentes, ni las alternativas sugeridas para solventar el problema. Echarle la culpa de esta situación al dinero o al poder ya es poco menos que un lugar común (como se verá más adelante). Pretender que la cuestión se solucionará con ascetismo y gratuidad sigue siendo una aspiración ingenua. Lo cierto es que los cuestionamientos indicados, por graves que parezcan, no son inéditos como tampoco lo son los sucedáneos que se recomiendan. Ya en 1964 la historiadora mexicana Ida Rodríguez Prampolini señalaba: “Forma parte del inventario de los lugares comunes de nuestra época la opinión de que el arte contemporáneo se encuentra atravesando una grave crisis …”. Más adelante observaba: “Si a esta convicción  que en el aire unimos otros hechos (…), percibimos una incongruencia, una paradoja entre esta común falta de fe en las posibilidades del arte en nuestros días y el aumento creciente de la importancia que se da a la población que de alguna manera está mezclada en el asunto”[8]

El tema es indudablemente complejo; tanto que hacia 1968 el historiador y ensayista francés Jean Gimpel también analizaba críticamente las controvertidas relaciones del arte y el dinero en el libro Contra el arte y los artistas o el nacimiento de una religión [9]. Al estudiar el comportamiento de los artistas y su aparente indiferencia a los “bienes de este mundo” y la riqueza, Gimpel afirmaba que: “(…) cuando se anuncia el éxito para los pintores contemporáneos desaparecen la gratitud y la palabra empeñada”[10]. A su juicio, esta actitud se origina en el hecho de que la noción de artista ya no refiere un oficio como antaño sino que remite a la figura de un “semidios” predestinado que ya no da cuenta de su conducta a los demás mortales.

Por lo ya comentado, es obvio que el arte contemporáneo -especialmente las instalaciones, los objetos recontextualizados y las apropiaciones- genera reacciones tan hostiles como contradictorias. Incomoda que el arte sea elitista y excluyente, pero también que se banalice y sea popular. Enerva que el arte esté alienado en su “torre de marfil” pretendiéndose inmaculado, pero también que incorpore materiales y objetos cotidianos y anodinos. Irrita que el sector público o privado no apoyen el arte, pero también que si lo hagan. Escandaliza que el producto artístico sea tratado como una mercancía, pero también que no se reconozca el valor del trabajo intelectual. Molesta que el arte tenga ideología, pero también que no la tenga. Enfurece, en fin, que el arte contemporáneo sea incomprensible pero también que alguien -sea artista o curador- pretenda  argumentarlo.

Lo que estas contradicciones indican subrepticiamente es un antiguo malestar por los rituales del arte, cuyo origen está en el deseo nunca disipado y hasta ahora irrealizado de destruir su aureola de cosa excepcional. El enemigo del arte contemporáneo no es el dinero o el poder o la banalidad, sino la aspiración de convertirlo en un modelo de virtudes donde se expían las tragedias insolubles de la sociedad contemporánea. Las críticas al arte que hemos comentado, sustentadas en general en el marxismo y el psicoanálisis, tienen sus raíces en el ethos judeocristiano y la culpa.

En lo que respecta estas reflexiones, la idea no es buscar una solución “dialéctica” para sugerir una “tercera vía”, pues en nuestra opinión no la hay, como tampoco hay sentido común en esta diatriba contra el arte contemporáneo. Nuestra modesta intención es recordar que el campo artístico es un ámbito complejo y regulado por la acción de sus propios agentes, incluyendo al estado, el mercado y el público, además de los artistas, las figuras de mediación y, por supuesto, sus acérrimos contralores críticos., siempre atentos a los detalles sórdidos y la “paja en el ojo ajeno”.

Estamos de acuerdo con que en el campo del arte, como en el resto de las actividades profesionales, también existen malas prácticas, pero no es menos cierto que las mismas están perfectamente delimitadas a sujetos y organizaciones específicas, en vez de pretender que el éxito de crítica y de mercado de algunos artistas “suficientemente buenos” (al decir de Kuspit) o no tan buenos es un indicador de la crisis general del arte.

Si es cierto que hay crisis en el arte. Pero, ¿cuándo no las hubo? También es cierto que las relaciones de producción, el poder y el capital inciden en los procesos de la cultura artística. Pero, ¿eso supone que el arte renacentista es decadente porque lo apoyaron los Médicis y la Iglesia, o que el arte  moderno es una burla porque acabó conquistando el éxito e ingresando en las colecciones museales y corporativas más exclusivas? Lo anterior indica que en materia de arte, las simplificaciones son peligrosas, sobre todo porque las producciones artísticas obedecen a variables complejas, no reductibles a la vulgarización del modelo de mercadotecnia intelectual que sirve de sustento a gran parte de las críticas que se dirigen al arte contemporáneo.

Con la crítica de arte hay un problema de fondo: no puede operar sino desde un deber ser del arte, premisa que por cierto fue arrasada por la cultura del “todo vale”.  Entonces, ¿qué esperar de una actividad cuyo sustrato valorativo ha sido vulnerado?. Desde hace varios años, la cuestión se ha solventado desde la crítica institucional del campo del arte[11], parte de cuyo acervo emplean los críticos del arte contemporáneo. Sólo que algunos han traspasado los frágiles límites de esa estrategia para arremeter también contra las obras y los artistas. De manera que cada quien cuestiona lo que le incomoda -por ejemplo, que la basura sea parte de un planteamiento artístico o que el artista hable de lo que hace- sin más fundamento que su propio parecer de lo que no debe ser el arte.

Mientras se cuestiona el éxito y las proposiciones escandalosas de Orlan, Damien Hirst o Jeff Koons, nadie critica la fama y los estrambóticos ingresos de David Beckham, Cristiano Ronaldo o Lionel Messi, ni tampoco el furor que despiertan las bien pagadas estrellas del cine y la música. Parte de esta desproporcionada reacción contra el arte y los artistas contemporáneos tiene que ver con el confuso mito del artista como héroe marginal y mártir de la creación, en cuyo caso el éxito se presenta como traición y estigma. No se tolera que el artista sea también un businessman como Warhol, un cínico astuto como Duchamp o un predicador extremo como Beuys. En cambio, se prefieren las leyendas del margen y la agreste penuria del anonimato.

En el libro La crítica dialogada. Entrevistas sobre arte y pensamiento actual (2000-2006)[12], la investigadora española Ana Maria Guasch interpela a connotados críticos de arte euro norteamericanos, entre ellos a Benjamín Buchloh, Hal Foster, Rosalind Krauss, Douglas Crimp, Lucy Lippard y el ya citado Donald Kuspit. En general, y aunque cada uno de ellos proviene de concepciones y metodologías distintas, todos concuerdan en la complejo estatus de la crítica en una época donde esta ha perdido gran parte de sus funciones e influencia de otro tiempo.

Buchloh sostiene lapidariamente que “el papel del crítico de arte está acabado (…) No hay nada amoral en eso. Tampoco podemos hacer nada para evitarlo (…) en el fondo, se está reclamando que cada espectador es autosuficiente y no necesita de nadie para explicarle lo que esta viendo”[13]. Ante este estado de las cosas, la posición de Danto es que “uno debe aportar razones para justificar que algo es bueno o malo ante la falta de criterios”[14]. Entre tanto, Kuspit reitera su postura afirmando que “mientras las posibilidades de una transformación crítica del arte se han expandido considerablemente en la postmodernidad, no obstante la influencia del mercado cuenta más que cualquier evaluación o interpretación crítica. En la postmodernidad -continúa- el mercado se ha convertido en el determinante principal del significado y el valor del arte, al usurpar la conciencia crítica, lo cual no deja de ser una tragedia, tanto para el arte como para la crítica del arte. Los dos se han convertido en particularmente impotentes -encapsulados y neutralizados- por la popularidad y la importancia que confiere el dinero”[15].

Una cosa es clara: la crítica de arte, antes que cuestionar al arte contemporáneo con juicios dudosos, temperamentales  o inexistentes, debe revisar su propio cometido en la actualidad.  Ubicada entre la excentricidad periodística y la solemnidad académica, debe además evaluar la factibilidad ética, metodológica y conceptual de los criterios que esgrime en una época vertiginosa donde cada obra es su propia definición y no la manifestación ejemplar de un canon artístico que ya no existe más. Debe admitir, en fin, que la crítica de arte –como el vilipendiado arte contemporáneo- también está en crisis.

Caracas, 23-30 de diciembre, 2015

 

Felix Suazo

 


Bibliografía:

Danto, Arthur C. The Artworld, 1964, (artículo)

Galván, Moreno. Autocrítica del arte, 1965 (libro)

Gimpel, Jean. Contra el arte y los artistas o el nacimiento de una religión (1968). Gedisa SA., 1979

Guass, Ana María. La crítica dialogada. Entrevistas sobre arte y pensamiento actual (2000-2006). Cendeac, Murcia, 2006

Kuspit, Donald. “El artista suficientemente bueno: más allá del artista de vanguardia” en Creación nº 5, Mayo de 1992, Madrid, Instituto de Estética y Teoría de las Artes. También reproducido en: Lugar a Dudas. Cuartillas 3 / 04, 2008. http://www.lugaradudas.org/archivo/pdf/cuartilla3.pdf

Kuspit, Donald. Signos de Psique en el arte Moderno y Postmoderno. Ediciones Akal S.A., Madrid 2003 [Primera edición en inglés: Signs of Psique in Modern and Postmodern Art, Cambridge University Press, 1993]

Rodríguez Prampolini, Ida. El arte contemporáneo. Esplendor y agonía. Instituto de Investigaciones Estéticas.Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2006. [Primera edición: The Macmillan Company, NY, 1964]

Toscano, Javier. Contra el arte contemporáneo. Tumbona Ediciones A.C. de R.L. de C.V., México, 2014

 

[1] Buntix, Gustavo. Citado por: Daniel Merle. ¿Se muere el arte?. Lanacion.com, 18 de diciembre de 2015 http://www.lanacion.com.ar/1855086-se-muere-el-arte

[2] Kuspit, Donald. El fin del arte. Akal Ediciones, Madrid, 2006

[3]Kuspit, Donald, “El artista suficientemente bueno: más allá del artista de vanguardia” en Creación nº 5, Mayo de 1992, Madrid, Instituto de Estética y Teoría de las Artes. También reproducido en: Lugar a Dudas. Cuartillas 3 / 04, 2008. http://www.lugaradudas.org/archivo/pdf/cuartilla3.pdf

[4] Kuspit, Donald. Signos de Psique en el arte Moderno y Postmoderno. Ediciones Akal S.A., Madrid 2003, p. 10  [Primera edición en inglés: Signs of Psique in Modern and Postmodern Art, Cambridge University Press, 1993]

[5] Guillermo Sánchez y Regina Sierra. ¿Quién le teme a Avelina?. Gatopardo.com, julio de 2014. En: http://gatopardo.com/EstilosHomeGP.php?Id=880

[6] Toscano, Javier. Contra el arte contemporáneo. Tumbona Ediciones A.C. de R.L. de C.V., México, 2014, pp. 81-82

[7] Villamizar, Guillermo. Adiós a la belleza. Esfera publica, 17-11-2015

[8] Rodríguez Prampolini, Ida. El arte contemporáneo. Esplendor y agonía. Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2006, p. 27 [Primera edición: Macmillan Company, NY, 1964]

[9] Gimpel, Jean. Contra el arte y los artistas o el nacimiento de una religión (1968). Gedisa SA., 1979

[10] Gimpel, Jean. Contra el arte y los artistas o el nacimiento de una religión (1968).. Gedisa SA., 1979, p. 11

[11] Cfr. Bourdieu, Pierre. Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario (1992). Editorial Anagrama, Barcelona, 1995

[12] Guasch, Ana María. La crítica dialogada. Entrevistas sobre arte y pensamiento actual (2000-2006). Cendeac, Murcia, 2006

[13] Idem, p. 21

[14]  Idem, p. 111

[15] Idem, p. 120

 

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