ENTRE SUEÑOS Y LA ROSA PÚRPURA DEL CAIRO

Por Néstor García

 

En 1985, el cineasta estadounidense Woody Allen dirigió el largometraje “La Rosa Púrpura del Cairo”, ambientada en los años treinta norteamericano, justamente en el marco de la llamada “Gran depresión”. La protagonista Cecilia, una camarera atormentada por un esposo machista y vago, encuentra en las salas de cine su alivio perfecto, una terapia que repite durante algún tiempo y en donde diluye sus pesares cotidianos. Como a la quinta vez de disfrutar de su filme preferido, se tropieza con un episodio inaudito, pues, el protagonista de esta película de pronto hace una pausa en su actuación, la observa directamente y le habla. Después de hablarle el protagonista sale de la pantalla y se dirige hasta donde está sentada Cecilia y entabla de inmediato una relación con ella.

Poster de la Rosa Púrpura del Cairo, 1985. Cortesía de diariodeunacinefila.wordpress.com.

 

En 1998, el actor estadounidense Robin Williams protagoniza el largometraje “Más allá de los sueños”. Aunque esta producción propone un argumento dramático caracterizado por nociones particulares sobre la vida después de la vida, una preocupación extendida en la humanidad desde los tiempo inmemoriales, lo cierto es que además su desencadenamiento y transcurrir se determina de manera sensible por la aparición de elementos comunes a la expresión plástica tal y como sucede en el capitulo 5 llamado “Cuervos” de la película “Sueños” del japonés Akira Kurosawa.

La “Rosa Púrpura del Cairo”, que bien podría representar una oportunidad para hablar de  los efectos de la sincronía temporal (debido a que el tiempo pasado de la producción cinematográfica siempre se actualiza en cada una de sus proyecciones); de las relaciones inestables e indefinidas que se dan entre la presentación y representación a través de un efecto “Matrioshka donde se juega con las nociones de realidad y ficción”, entre otros tópicos, además se constituye en una metáfora para hablar de un proceso mediante el cual la pintura como una de las clásicas y consolidadas prácticas del arte, se desplaza del plano de la representación o simple significación de un espacio bidimensional aplanado históricamente, al plano de la experiencia más allá de una tridimensionalidad a secas.  Sin embargo, tanto el filme “Sueños” como “Más allá de los sueños”, representan casos extremos donde la pintura no sólo aparece sino que inunda sus estructuras narrativas debido a que su presencia determina de forma profunda la interacción y el desarrollo de los personajes dentro de la trama, en medio de una relación pintura-cine que ni Walter Benjamin hubiese podido imaginar.

Sin embargo, no he pensado en llevar adelante este texto para hablar de la relación entre el cine y la pintura que como todos bien sabemos fue un problema del que se ocupó Benjamin en la “Obra de arte en la era de su reproductibilidad (para algunos “reproductividad”) técnica”, sino más bien, acudir a estos ejemplos cinematográficos para metaforizar de alguna manera el fenómeno mediante el cual la pintura ingresa al plano de nuestra experiencia interactiva, incluso más allá de su histórica recepción retiniana. Por ejemplo, en la década de los sesenta el artista francés Yves Klein desarrolló sus “Antropometrías en Azul Klein”, que consistió en la ejecución de una serie de pinturas a través de la fijación de siluetas de cuerpos femeninos  pigmentados con el  “Azul Internacional Klein” sobre sendos bastidores dispuestos para la ocasión, teniendo como fondo la sinfonía “monótona” que se estructuraba a partir del sonido de una sola nota musical durante unos veinte minutos y que era precedida por 20 minutos de silencio.

Yves Klein – La Réunion – Image via about.me. widewalls.ch/artist/yves-klein/

 

Impronta sobre tela de cuerpos femeninos producto de las Antropometrías de Yves Klein, Paris 1960.

Imagen: lahistorianarradaatravesdelarte.blogspot.com.

 

En alguna ocasión la artista venezolana Antonieta Sosa dijo “en 1965 realicé los cuadros asimétricos en negro y blanco; veinte años después saqué la estructura del plano al espacio real con andamios y me introduje con mi cuerpo y mi voz” (disponible en www.coleccioncisneros.org/es/editorial/in-their-words/antonieta-sosa-por-franklin-fernandez). Queda claro que Antonieta Sosa aquí acusa un desplazamiento mediante el cual su práctica pictórica, que ya desde el principio demuestra interés por dinamizar la fría estructura geométrica, progresivamente se va desplazando del plano de la representación del cuadrado al cuadrado como estructura interactiva en sus plataformas, por ejemplo, y como espacio habitable en una primera instancia a partir de su obra “Pereza” ejecutada en la Galería de Arte Nacional en 1985 y en la reproducción de su propio apartamento en Cas(a)nto en el Museo de Bellas Artes de Caracas en 1997-98.

Pereza, de Del cuerpo al vací­o, 2, 1985

performance, Galerí­a de Arte Nacional, Caracas.

Imagen: coleccioncisneros.org

 

Eugenio Espinoza, Espacio de Artes Integradas de Santa Cruz de Tenerife, 2016.

 

También en los setenta Eugenio Espinoza estaba ocupado en forzar los horizontes de la pintura para lo cual diseñó una serie de propuestas cuya protagonista era la retícula, pero no en su estado aséptico, sino más bien en franca interacción y estado de afección mutua con sus receptores, dado a que con algunas de estas pinturas se podía cubrir el cuerpo, realizar acciones performáticas y registrarlas en video, o simplemente obstaculizar el acceso a una sala de exhibición, todo con la intención de “tropicalizar” su fría racionalidad. Existen casos en los que incluso la pintura atraviesa el sistema del arte para insertarse y afectar a través de una cromática significante las relaciones de poder que determinan a la sociedad. En la década de los 80, Juan Loyola pinta con los colores de la bandera nacional y de forma sistemática los autos abandonados por la ciudad de Caracas, atacando de manera efectiva la falsa moral que ha caracterizado nuestras instituciones republicanas, desencadenando de esta manera un tipo de atención que de otra manera sería imposible.

Chatarra Intervención Urbana.
Juan Loyola
Isla de Margarita Venezuela 1982
Fotografía Eduardo Musauel

 

A través de la utilización del amarillo, azul y rojo junto con las estrellas, Loyola llamaba la atención de unas autoridades que con un estupor contradictorio acudían en respuesta a la acción de un artista que hizo de la pintura una práctica que excede con creces su histórico y determinante retinismo. En tiempos recientes la artista venezolana Magdalena Fernández ha cerrado el círculo, pues con ella la pintura se desplaza nuevamente hacia su bidimensionalidad pero no en su sentido tradicional, sino más bien renovada y animada, al parecer con su obra el personaje ficticio que deambulaba por el mundo de la realidad, decidió retornar al mundo de la ficción.

 

Néstor García.

 

Agosto, 2017

 

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